miércoles, 13 de febrero de 2013

ETAPA 27: OLIVA DE PLASENCIA - ALDEANUEVA DEL CAMINO 26,5 KM.




 TIEMPO: 7, 30 HORAS.
DIFICULTAD: MEDIA


                                                Mi patria en mis zapatos
                                                mis manos son mi ejercito.
                                                                     -El ultimo de la fila-



19 de noviembre de 2012.

Hice caso de las indicaciones de Mónica, la hospitalera de Oliva. Para llegar a Cáparra, comencé mi andadura por un itinerario alternativo de unos 6 km. que no esta señalizado como Camino de Santiago pero que converge con este . Para haceros una idea, este carril sería como uno de los lados en un triángulo equilatero cuyos vértices lo compondrian Ventaquemada,  Oliva de Plasencia y Cáparra.


 Es fácil, a la salida del pueblo hay un cartel turístico en dirección a la ciudad romana, se sigue esta durante unos pocos metros para tomar otro carril hacia la izquierda sin asfaltar en dirección a la finca "Los Baldíos".


                                                     

                                                            ¡¡¡ ZUERTE, MAESTRO !!!
                                                     
A esta finca se llega al cabo de unos 3 ó 4 kilómetros, se trata de una ganadería de reses bravas donde el camino atraviesa por medio protegido por fuertes barreras metálicas desde donde se pueden ver toros al otro lado.

A mi me ocurrió que me encontré con algunos de estos toros de lidia en el mismo camino y que me obstaculizaban el paso, ¡hombre! podía haber pasado entre ellos, pero sinceramente, " se les veía muy tranquilos y no quería molestarlos", el caso es que me impedían avanzar y estuve así un buen rato hasta que decidí "coger el toro por los cuernos" (nunca mejor dicho). Con mas miedo que vergüenza y desde una distancia bastante prudencial, hice varios aspavientos con los brazos, les jaleé y dí unos golpes con el bastón en la barrera a la vez que me preparaba caso de salir corriendo en dirección contraria. Por suerte los toros se pusieron en marcha y cruzaron la puerta que comunicaba un lado de la finca con el otro, dejandome libre el paso para continuar mi camino.
Después de esta "apoteósica" faena, me acordé de Mónica la hospitalera. Mujer, ¡¡ estas cosas se avisan !!


Una vez salvado el "delicado obstáculo", avancé unos 2 kilómetros mas, donde el carril que llevaba se unía con el camino histórico de Santiago y señalizado como tal. Desde este enclave ya se vislumbra unos metros mas adelante el arco de Cáparra.
   Al llegar hasta el me vino a la mente una escena de la película " 2001 Odisea del espacio" en la que unos simios se muestran cautos y sorprendidos ante un monolito rectangular surgido de pronto.


El Arco de Cáparra aparece altivo aparentemente en mitad  de la nada, el viajero al pasar bajo sus 4 arcos, siente una ligera sensación de triunfo, a ambos lados de este se encuentran los yacimientos de la antigua ciudad romana de Cáparra (Municipium Flavium Caparense), vedados al público por vallas metálicas. Hice un descanso que aproveché para hacer un reportaje fotográfico del que aquí dejo unas muestras.





 
Satisfecha mi curiosidad, retomé mi andadura, enseguida llego a la carretera local que atravieso enseguida para continuar por un sendero de tierra a través de la ultima dehesa extremeña antes de abandonar esta Comunidad.





Me sirvió como referencia un muro de piedras paralelo al camino. Durante este recorrido, llamó mi atención el incesante graznido de numerosas especies de aves que pululaban por los humedales cercanos, sobre mi cabeza cruzaban incesantes bandadas de grullas (las mas ruidosas) y cigüeñas negras.




Al cabo me encontré con un arroyo que alimenta el caudal de río Cáparra, para cruzarlo tuve que descalzarme y arremangarme, pues no había otra forma de hacerlo. Una vez salvado este obstáculo, se continúa unos 500 metros mas por el mismo sendero, por aquel mes de noviembre se encontraba bastante embarrado, por lo que prefería ir pisando sobre la hierba corta aún a riesgo de sufrir algún resbalón, como así fue.

 

  Alcanzo una carretera local  por la que se transita a través de una mancomunidad de municipios que forman parte del valle de Ambroz, rodeado este por el valle de Jerte, las Hurdes, Plasencia y la sierra de Bejar al norte, hacia donde me dirijo.







 La caminata por esta carretera es larga y recta, para enlazar después con la comarcal CC-15.2.Desde este cruce, distingo a mi derecha sobre la ladera de la sierra, las localidades de Casas de Monte y Segura del Toro.



 Sigo avanzando y uniéndome cada vez mas a la autovía A-66 para finalmente pasar bajo ella y contactar con la N-630,carretera que ya no abandonaría hasta llegar a mi destino.

Una inscripción escrita en francés en uno de los pilares del puente de la autovía, aconsejaba al viajero a continuar por el asfalto de la N-630 hasta Aldeanueva, en vez de seguir por el camino, pues este describe una amplia curva incrementando el recorrido en 1km.



Seguí el consejo del "gabacho grafitero" y al cabo de 3,5 kilómetros, llegué a Aldeanueva del Camino tras 8 horas de caminata.


En síntesis:






                                       "Ojos que no ven, chinches que no se sienten"

No aconsejo la estancia en este albergue. Nada mas llegar a el, vi la cerradura en la puerta de entrada arrancada de cuajo como por una patada, estaba abierta lógicamente. Había unas escaleras estrechas que ascendían a la planta de arriba y nadie atendía en aquel local, volví a bajar y pregunté a una vecina por el hospitalero, esta me dijo que aquí no había nadie responsable y que me alojase, así sin mas. ¡Bueno! eso hice.
Contaba con muy pocos servicios, un par de habitaciones con colchones pero sin ropa de cama, agua caliente y frigorífico.

Después de darme una ducha me percaté... tarde, que tampoco había papel higiénico, solventé como pude aquella escatológica situación y salí a dar una vuelta por el pueblo para realizar unas compras, comida, bebida y papel que allí dejé  para uso de futuros viajeros.





El pueblo tiene su atractivo, calles empedradas y estrechas, varias placetas para el ocio infantil, iglesias y puentes de piedra, etc. Deambule por el hasta que comenzó a oscurecer.



De vuelta al albergue, hacia frío  pues no tenía calefacción. Mientras cenaba tenia una sensación de miedo pensando que era el único inquilino y que la puerta de entrada estaba abierta de par en par, me atrincheré en la cocina trancando la puerta con un sillón.



Esa noche dormí mal, aún metido en el saco, sentía frío y cualquier pequeño ruido me sobresaltaba. Pero pudo ser peor, ya que al ser en el mes de noviembre, no tuve problemas con molestos insectos (pulgas, chinches ó piojos) que en los meses de calor si hacen su aparición el este albergue semi-abandonado, como así me advirtió Vicente, el hospitalero del albergue de Baños de Montemayor en donde llegué en la etapa siguiente.


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